las películas que nunca serán exhibidas en corrida comercial en México; país convertido, como todos sabemos, en el patio trasero del gobierno gringo y también, del cine hollywoodense; ese cine que las más de las veces, confunde al arte y la sensibilidad con la técnica (y las inversiones de 300 millones de dólares por filme); ese cine integrado por producciones siempre sobrevaloradas y promocionadas ad nauseam, metidas, casi inoculadas en un espectador que, como el mexicano, a estas alturas ya vive en permanente anestesia, incapaz de diferenciar un buen filme de un simple producto efectista retacado de apantallantes efectos especiales, pero carente de la mínima esencia. el mexicano, un público negado a aquilatar la calidad, riqueza y diversidad, de la cinematografía alejada de los efectos especiales y los vendavales mercadotécnicos made in hollywood. un público, pues, ya adicto al cine hollywoodense tanto como a la fast food y el café de starbucks; es decir, a todo aquello donde el bluff, fama y apariencia suplan la esencia, la calidad y sabor.


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