Con toda la cursilería de que soy capaz (que es mucha) y casi sin asomo de pudor, este poema del escritor rumano-francés Paul Celan, va dedicado a un ser intangible, un actor, quien desde la primera vez que lo vi en la pantalla del cine (en el filme de Michael Haneke, Code Inconnu), ha conseguido hacer renacer mi espíritu casi infantil, provocándome las más desaforadas fantasías: Thierry Neuvic. Yo juro que cuando él nació o más bien, el día en que fue concebido… los astros estaban armoniosamente alienados. Sólo así es posible la portentosa imperfección de su hermosura. Si los milagros existieran (que no es así), Dios me lo mandaría… casi como prueba irrefutable de su existencia (la del Dios de arriba, que del Dios Thierry no hace falta prueba alguna, acaso poder delinear con mi dedo índice el perfecto contorno de su viril rostro, sobre todo cuanto tiene barba de tres días).
"En la fuente de tus ojos
viven las redes de los pescadores del mar errante.
En la fuente de tus ojos
mantiene el mar su promesa.
Aquí arrojo
un corazón que vivió entre los hombres,
mi ropa y el fulgor de un juramento:
me encuentro más desnudo que lo oscuro en lo negro.
Sólo al renegar soy fiel.
Soy tú cuando soy.
En la fuente de tus ojos
robo y sueño.
Una red capturó otra red:
nos separamos enlazados.
En la fuente de tus ojos
un ahorcado estrangula la soga"
[Paul Celan, traducido por José Ma. Pérez Gay]
Imagen: fotograma del filme Code Inconnu
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