El ballet tiene fama de espectáculo snob y relamido, quizá porque durante muchos años se le vio como un arte destinado a pocos, confiando a los escenarios de salones ostentosos y al cual sólo asistían les habituées, siempre vestidos como para un casting de Le charme discret de la burgeoisie (frase robada a Juan Villoro), quienes en el intermedio de la función bebían champagne mientras comentaban sucesos tan fundamentales para el ser humano como los vaivenes de la bolsa de valores o los disparado de los precios en las subastas de arte. Afortunadamente, el ballet es mucho más esa estereotipada imagen; ante todo, un espectáculo pródigo en imaginación, energía, talento y sensualidad. Debo decir que durante mucho tiempo, para mí, situada a miles de km de les habituées, le ballet era a Rusia lo que el tequila a México: producto con denominación de origen. O sea: Ballet con mayúsculas eran las compañías de San Patersburgo y el Bolshoi, nada más… el resto podrían ser cualquier cosa… menos un Ballet comme il faut. Y con esa peregrina idea crecí… hasta que un buen día, cuando cursaba el primer año de bachillerato, tuve la oportunidad de asistir a una función del Taller Coreográfico –danza- de la UNAM y presenciar una coreografía de Maurice Béjart… entonces… supe cuán profundo era el mar de mi ignorancia.
Sobre Maurice Béjart pueden decirse muchas cosas, habrá quien piense que el hombre despojó al ballet de su elegancia clásica; pero hay algo que ni sus más acérrimos detractores pueden negar: su prodigioso talento, su extraordinaria imaginación. Creo que fue Alicia Alonso quien se refirió al coreógrafo francés como un filósofo de su arte; pero para quienes carecemos de la elocuencia de la bailarina cubana, Monsieur Béjart será siempre el hombre que modernizó le ballet classique, sacándolo de L'Opéra Garnier para llevarlo a las calles o los campos deportivos durante los Juegos Olímpicos, el hombre que acercó el espectáculo dancístico a un público masivo y tan ecléctico como lo fue el mismo.
Probablemente, sólo a Maurice Béjart podría habérsele ocurrido unir a Mozar con Queen para rendir tributo a la vida… pensando en todos los que han muerto -en especial de SIDA- y crear un espectáculo llamado Danza por la vida. Y es muy probable, que sólo Maurice Béjart fuera capaz de desacralizar La Consagración de la primavera, despojándola de tutús y vuelos, para ofrecerla en su más pura, moderna y rabiosa sensualidad (y quizá Igor Stravinsky, innovador como pocos, lo habría agradecido). A Maurice Béjart se le debe el que la danza deviniera en un espectáculo tan ecléctico, como moderno y asombroso, sin por ello perder un ápice de su status artístico. Por supuesto que su trabajo, innovador y portentoso, puede no gustar; habrá quien siempre prefiera a los clásicos -yo misma he declarado mi amor absoluto, eterno, por el Dios de la Danza Rudolf Nureyev- pero creo eso no obsta para a mirar y dejarse sorprender por las muchas caras del ballet. Lo clásico permanece, cierto, pero el mundo también evoluciona… para bien y para mal… de Vaclav Nijinsky al ballet de Maurice Béjar tuvieron que pasar muchos años, decenas de sucesos políticos y sociales que reconfiguraron el panorama cultural de la humanidad.
la voz de freddie mercury, la coreografía de maurice béjart: danza por la vida
la consagración de la primavera... selon béjart